Edipo y la esfinge
La esfinge le pregunta a Edipo su famoso acertijo.
Retrato del artista Gustave Moreau
Francia, 1864
Simbolismo, Mitología
Título original: Œdipe et le Sphinx
Museo: Museo Metropolitano, Nueva York (Estados Unidos)
Técnica: Óleo (206,4 cm × 104,8 cm.)
Edipo fue abandonado al nacer por el rey de Tebas porque un oráculo pronosticó que fallecería a manos de su hijo. Cuando creció, el mismo oráculo le dijo a Edipo que estaba condenado por el destino a casarse con su madre y matar a su padre.
Para evitar movidas familiares, decidió alejarse de su familia adoptiva y sin saber la verdad acabó en Tebas. A sus puertas estaba la esfinge, un monstruo que tenía sitiada la ciudad y que retaba a todo viajero que pasaba a descifrar un enigma bajo pena de muerte al no acertar.
Edipo descifró el acertijo (¿Cuál es el ser que con una sola voz tiene cuatro patas, dos patas y tres patas?. Respuesta: el ser humano, que anda a gatas al nacer, es bípedo de adulto y usa un bastón en su vejez).
Al acertar, el monstruo se suicida y Edipo gana así su libertad y la de los tebanos, pero también se queda con el reino de Tebas, incluida su esposa Yocasta, que más tarde se reveló como su madre.
Está claro: no podemos huir de nuestro destino.
El simbolista Moreau representa el momento del acertijo y pinta al héroe con sus atributos (el manto esmeralda y el bastón en su mano derecha) y a la esfinge (con cuerpo de león, alas de ave, y busto y cara de mujer) subiéndosele por encima.
Moreau muestra también los cadáveres de los viajeros que no acertaron la adivinanza están tirados por el suelo.
Los dos protagonistas se miran intensamente, y eso pasa bastante con Moreau, que suele sugerir “una imagen especular ambigua, dos aspectos, dos entidades abstractas que se enfrentan y se reconocen demasiado bien”. En “Edipo y la esfinge”, el artista multiplica los significados, y al mismo tiempo se pegunta por la esencia humana.
Moreau rechaza deliberadamente todo realismo (recordemos que era la moda en Francia a mediados del siglo XIX) y por el contrario adopta un estilo muy subjetivo, literario, mitológico… arcaico. Parece una pintura del quattrocento.
Esta originalidad hizo que la obra consiguiera un éxito inmediato en el Salón de 1864 y el simbolismo empezó a parecerse poco a poco al arte del futuro.