Georges Seurat -
“El circo” (1890-1891
Óleo sobre lienzo, 186 x 152 cm
Neoimpresionismo
Museo d’Orsay, París
El Circo fue el último cuadro que pintó Georges Seurat, el rey del puntillismo, divisionismo o neoimpresionismo, como prefiráis llamarlo, una técnica que consiste en utilizar únicamente los colores primarios (rojo, amarillo, azul, blanco y negro), que se aplican en el lienzo en forma de pequeños puntitos, unos junto a otros, bien apretados, de modo que los colores se mezclen en nuestra retina cuando los veamos de lejos, formando diferentes tonos, a pesar de que en el cuadro sigan físicamente separados.
Es una técnica trabajosa y muy lenta, que generalmente hace que las figuras queden como congeladas. Sin embargo, al final de su carrera,
Seurat consiguió por fin superar este obstáculo de forma magistral. Aquí sí que hay movimiento. Muchísimo. Y no por obra y gracia de los colores, sino por las líneas diagonales, muchas de ellas ascendentes, que desequilibran la composición haciendo que parezca a punto de derrumbarse. Un ritmo frenético de líneas que consigue poner toda la escena en marcha. Pero que al mismo tiempo es pura armonía, gracias al equilibrio pausado de los colores, con muy pocos tonos perfectamente combinados.
El lienzo está dividido en dos partes: las gradas y la pista, la primera muy abigarrada y la segunda mucho más despejada. Al fondo, tenemos a los espectadores, sentados en sus bancos, disfrutando del espectáculo. Más elegantes los de las primeras filas, que son los que tenían dinero para pagar las entradas más caras. Os recomiendo ampliar la imagen para ver los gestos y expresiones de todos ellos, tan diferentes unos de otros. Arriba a la derecha, encima de la entrada, están los músicos con sus instrumentos.
En primer plano, nos encontramos con un payaso vestido de rojo, de espaldas, un recurso tradicional de la pintura que funciona muy bien para meternos en la escena: cada vez que vemos un personaje de espaldas, tenemos la manía de colocarnos mentalmente en su lugar (en este caso detrás de él). Los pintores lo saben y lo utilizan para manipularnos un poco. El payaso está sujetando una cortina, como si estuviese a punto de cerrarla para taparnos la visión de la pista. ¿Es la entrada de los artistas? ¿Formamos parte de la troupe y estamos esperando nuestro turno para salir a actuar?
En la arena, dos payasos hacen acrobacias y un domador dirige a un caballo blanco que galopa en círculos alrededor de la pista, a gran velocidad. Una aguerrida amazona va haciendo equilibrios sobre el animal. Ya sé que es físicamente imposible mantenerse de puntillas, sobre un único pie, en el lomo de un caballo en marcha, y que en el mundo real la chica se habría partido, como poco, los dientes contra el suelo. Pero este no es el mundo real, es el circo de Seurat. Y es estupendo.
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