Obra: La familia de Felipe IV o Las Meninas. Museo del Prado. Madrid.
Autor: Diego Velázquez (1599 a 1660).
Género: Pintura. Retrato de grupo (óleo sobre lienzo - 310 x 276 cm.).
Estilo: Arte Barroco.
Cronología: Siglo XVII. 1656. España (Corte de Madrid).
ANÁLISIS
En este enorme lienzo de 31o x 276 centímetros podemos apreciar, dentro de una gran sala decorada por grandes cuadros, en primer plano a un enano que apoya el pie sobre un perro tumbado, una bufona, una dama que mira fijamente a una niña que es atendida por otra dama y, cerrando este plano, un pintor, que no es sino el mismísimo Velázquez, delante de un gran lienzo que mira hacia el exterior del cuadro. En un segundo plano dos personajes de los que uno, una monja, habla con el otro, mientras éste fija su mirada en la tela que se está pintando, y en un tercer plano, en el fondo de la escena, otro personaje observa el interior de la estancia a través de una puerta abierta. En un espejo colgado de la pared se difuminan otras dos figuras. Estas figuras son los monarcas a los que Velázquez está retratando en el lienzo que tiene delante de él y a los que parece mirar. Todas las figuras están hechas casi a tamaño natural. Observando a los reyes estaría la infanta Margarita acompañada de dos meninas, una, Agustina Sarmiento que le ofrece de beber mientras es observada por Isabel de Velasco. Junto a ellas, Maribárbola, la bufona y el enano Nicolasito Pertusato. Detrás Marcela de Ulloa conversa con Diego Ruiz de Azcona, mientras en el fondo el mayordomo José Nieto observa toda la escena.
La composición de esta obra es enormemente compleja, que además sirve de disculpa al pintor para realizar un autorretrato. Utiliza Velázquez una serie de recursos para conseguir la perspectiva y profundidad de esta escena. Así, las figuras se suceden en tres planos distintos. Ilumina a través de una ventan el primer plano para ir progresivamente acentuando la penumbra a medida que se aleja hacia el fondo. De repente esta penumbra se rompe bruscamente por un nuevo foco de luz que, penetrando a través de la puerta amplía enormemente el espacio y aclara el fondo. También es la pincelada la que se va haciendo cada vez más difusa y menos compacta a medida que se aleja del ojo del espectador. La definición de los personajes del primer plano también contrasta con con el tratamiento puramente esbozado de los elementos que decoran el recinto. Como se ha dicho repetidamente, Velázquez ha sabido pintar la atmósfera, el aire, la luz que circula por el interior. En este cuadro podemos apreciar cómo ha evolucionado la técnica de Velázquez a lo largo de su carrera artística, cómo ha conseguido una iluminación enormemente natural, un aire casi respirable y una perspectiva increíble. Esa circulación atmosférica es lo que ha venido en llamarse Persperctiva aérea, en la que Velázquez es un maestro único.
La paleta del autor se llena de colores cálidos y se constata una vez más la influencia de Ticiano y Rubens en ella. La pincelada es suelta y estirada, acrecentándose este aspecto cuanto más se aleja el espacio pictórico del espectador. Así mismo podemos apreciar el esmerado cuidado en los detalles que Velázquez utiliza cuando su obra se trata de un retrato.
El dominio de la perspectiva en Las Meninas es magistral; de la lineal con esas ventanas, que ya Palomino nos dice "que se ven en disminución, que hacen parecer grande la distancia"; con el suelo de la habitación "con tal perspectiva que parece se puede caminar sobre él, y en el techo se descubre la misma cantidad"; y con la aérea, con el color y la luz, con «"a degradación de cantidad y luz", con esa alternancia de planos lumínicos entre el primer plano, el plano medio en penumbra y la puerta de atrás iluminada.
El efecto de profundidad espacial, la gran conquista del Barroco, conseguida, no por medios racionales dibujísticos de una perspectiva lineal, sino a través de recursos sensoriales, en los que cuenta, particularmente, la gradación de tintas, la luz, el color y la concepción pictórica de la realidad vista como mancha, con brillos o fundidos, se expresan precisamente en Velázquez con una maestría y con una variedad de matices y efectos no alcanzados por ningún otro pintor de su época. Jugando con la luz, haciéndola incidir sobre los personajes en primer plano, sumergiendo en penumbra a los que se alejan, con una paleta que, clara, luminosa, rica de color y matices, también recrea lo que está más cerca del espectador. La nitidez de las figuras va relacionada con la distancia y con la luz que reciben.
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