El movimiento prerrafaelista, también llamado prerrafaelita, tuvo una corta duración, apenas unos cinco o seis años, pero dejó una huella perdurable en el arte inglés del siglo XIX. Los miembros fundadores fueron, además de Millais, Dante Gabriel Rossetti y William Holman Hunt, quienes formaron esa especie de hermandad en Londres en el año de 1848. El ideario de los prerrafaelistas criticaba a la pintura académica, representada por la Royal Academy of Arts y a sus seguidores, sobre todo a Joshua Reynolds. Para los prerrafaelistas, la pintura academicista era poco auténtica, que se contentaba con representar los temas establecidos por los pintores italianos posteriores a Rafael y Miguel Ángel. De ahí deriva su nombre, pues se inspiraron en la pintura de los siglos XIV y XV y en sus métodos de representación: desde el dibujo hasta el colorido y la propia temática, ligada a un naturalismo realista y no idealizado. Los pintores prerrafaelistas pusieron sus ojos en el ámbito medieval y en los ideales de un quehacer artesanal y artístico directo y sincero, descartando todo lo convencional, autocomplaciente y aprendido de memoria. Trabajaban de una forma precisa, detallista y meticulosa y de ahí su gran interés por la naturaleza y la importancia de representarla con exactitud.
Los prerrafaelistas recibieron un gran apoyo del crítico e historiador John Ruskin, que se complació con sus ideas y los apadrinó durante unos años, a pesar de las críticas que recibían por parte de los representantes del mundo academicista. A partir de 1850, tanto Millais como Hunt abandonaron la imitación del arte medieval para profundizar en los aspectos realistas que inspiraron su movimiento, interesándose también por algunas ciencias como la botánica y la geología, a fin de poder representar con más exactitud el ámbito natural. Millais abandonó definitivamente el movimiento prerrafaelista en 1860, convirtiéndose en un pintor más afín al academicismo y por ende más comercial, lo que molestó mucho a los demás miembros, que con el tiempo también abandonaron este ideario.
John Everett Millais nació en Southampton, Reino Unido, en 1829, en el seno de una importante familia originaria de la Isla de Jersey. Desde muy pequeño mostró unas extraordinarias habilidades para el dibujo y la pintura y, cuando la familia se trasladó a Londres pudo ingresar sin problemas a la Royal Academy con sólo once años, en 1840. Durante su permanencia en esta institución, conoció Hunt y Rossetti, con quienes compartió sus inquietudes artísticas y luego fundaron la hermandad. En el ámbito del prerrafaelismo conoció a John Ruskin y a su esposa Effie Gray, quien un tiempo después posó para el cuadro The Order of Release. Millais y Effie terminaron enamorándose, y en 1856, tras conseguir ella la anulación de su matrimonio con Ruskin, contrajeron matrimonio, lo cual no parece haber molestado al crítico, quien siguió siendo amigo de la pareja. Fue en esa época cuando Millais abandonó el movimiento prerrafaelista y su pintura se acercó al ámbito de la academia y empezó a ser distinguido en los medios británicos como uno de sus artistas más importantes. En este período es evidente en su obra la influencia de Velázquez y sobre todo de Rembrandt, a quien imitó en varios cuadros. En 1853 fue elegido miembro asociado de la Royal Academy of Arts y poco tiempo después fue admitido como miembro con pleno derecho de la misma. En esos años trabajó intensamente no sólo en la pintura, sino también en la ilustración de libros, cotizándose altamente sus láminas. En 1885 la reina le otorgó el título de baronet, siendo el primer artista inglés en obtener un título hereditario. Murió en 1896, al poco tiempo de ser elegido presidente de la Academia, cargo que no llegó a asumir.
Ofelia es una pintura que pertenece totalmente al ámbito del prerrafaelismo, cuando Millais estaba plenamente sumido en este ideario.
El cuerpo de la joven, que flota boca arriba con los ojos y la boca entreabiertos y con un gesto de ligera angustia, muestra por medio de sus manos entreabiertas una postura que se podría asemejar a la de una oración, como clamando por su infortunio; no parece que esté muerta, sino orando y a la vez aceptando su triste destino. Todavía lleva en su mano derecha el ramo de flores que estaba cortando cuando cayó al agua y murió.
El paisaje que la rodea forma un ámbito cerrado, envolvente, como si acogiera su cuerpo con amor materno y está pintado con una obsesiva minuciosidad. Cada hoja, cada flor y cada brizna, al igual que el agua mansa en la que flota el cadáver, exhiben hasta su más mínimo detalle. La armonía de los colores está acorde al tema, siendo suaves y apagados a excepción del rostro y manos de Ofelia, que muestran una mórbida luminosidad.
Es una obra que tiene gran cantidad de admiradores, aunque también de críticos, ya que para muchos el prerrafaelismo fue sólo una pobre manifestación tardía del romanticismo. En todo caso, está pintada con una gran maestría, que muestra lo mejor de las cualidades de este pintor, sin duda uno de los más destacados de su época.
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